Mitos detrás de la caída del Fokker de Alianza Lima



Alfredo Tomasini está vivo. El avión traía droga. Marcos Calderón fue abaleado. 28 años después de la caída del Fokker de Alianza Lima nos sumergimos en las leyendas urbanas que suscitaron una de las mayores tragedias del fútbol peruano.


Historia de los aparecidos:

Tomasini sobrevivió. Al menos, a la caída, de acuerdo al testimonio del piloto. Flotó junto a él durante algunas horas, aferrado a una de las alas del avión y luego a un bidón de agua. Pero, al final, con la pierna fracturada y sin fuerzas, se dejó tragar por las aguas. Nunca apareció su cuerpo (ni el de Escobar, José Mendoza, William León y ‘Pacho’ Bustamante). Y eso alimentó la creencia de que no había muerto.
Un día, llamaron a la casa de los Tomasini a decir que Alfredo había aparecido en una playa de Huacho (donde el mar ya había varado los cuerpos de varias de las víctimas), que lo estaban operando en una clínica y que necesitaba sangre con urgencia. La familia se movilizó desesperad-amente a esa ciudad, pero nunca encontraron ni la clínica ni ningún rastro del futbolista.
En otra ocasión, llamaron a decir que estaba en Los Ángeles y que había sido secuestrado por unos narcotraficantes. Y otra vez que lo habían visto tomando en una cantina, en Huacho, a él que en su vida no probaba el alcohol.
Las ‘apariciones’ de Tomasini se volvieron frecuentes. Una versión lo ubica en Murcia, España, adonde supuesta mente lo envió la Marina otorgándole una nueva identidad y haciéndole prometer que jamás revelaría lo que sabía de la tragedia. Otros dijeron que lo vieron en Japón. Otros, en el norte del país, con una nueva vida porque a causa del accidente había perdido la memoria. Hay hinchas blanquiazules que todavía hoy, en sus borracheras, aseguran haberse tomado un par de cervezas con el ídolo. A estas alturas tendría 49 años.
Pero no hay ningún indicio de que Tomasini esté vivo, como no lo hay de que la caída del F-27 fuera provocada. El informe de la Marina dice que esa noche el panel de mandos señalaba que el tren de aterrizaje no había bajado, así que el piloto se vio obligado a pasar delante de la torre de control del aeropuerto para que le dieran una confirmación visual. Cuando intentó una segunda pasada, para asegurarse, le dio el mando al copiloto mientras revisaba un manual de procedimiento en inglés (y él no entendía bien el inglés). Villar tenía miedo. Ni él ni su copiloto se dieron cuenta de que la aeronave perdía altitud. Cuando el ala derecha chocó con el mar y se partió, ya no hubo nada que pudieran hacer.


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